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Al pensamiento africano, tradicionalmente, se le ha negado el pan y la sal. Los blancos eran los que pensaban en mayúsculas, los negros simplemente sentían, o como máximo creían. Esta tercera y última entrega de Pensamiento Africano, que completa la antología compilada por Emmanuel Chukwudi Eze, viene a rematar el clavo de lo que hoy es una obviedad irrefutable.En este caso, el volumen recoge los sistemas filosóficos que se relacionan con lo que habitualmente denominamos cultura y sociedad. Se abordan los conceptos ligados al arte, a la moralidad, a la convivencia social o a las manifestaciones creativas. Se trata de una elección atrevida, porque desafía dos tópicos arraigados. El primero es el que citábamos más arriba, o sea, el escepticismo hacia cualquier forma filosófica procedente del µfrica negra.El segundo estereotipo al que se enfrentan los textos que siguen sería el temático o instrumental. Es decir, aquél que niega la primera división a las ideas que surgen de una experiencia concreta, que remiten a una disciplina artística o a una necesidad social. Las nociones que encontramos en la música, la pintura, los códigos morales, las normas de convivencia, no serían pensamiento, sino más bien consignas utilitarias, funcionales -en definitiva poco libres o encadenadas.Pues bien, lo que se encuentra a continuación será filosofía en mayúsculas o en minúsculas, pero define mejor que ciertas abstracciones lo que piensan los africanos. Y en el fondo, ¿qué es preferible? ¿Eternizar las disputas bizantinas sobre el nombre de la cosa, o intentar conocer a la cosa? El lector tiene la oportunidad de decidir.